Saturday, July 11, 2009

s u m m e r t i m e





El sol del norte es especial. Tanto, que viene y va cuando le apetece. Tanto, que a veces se hace derrogar meses (meses), para después aparecer fugaz durante unos instantes y volver a despedirse hasta la próxima, como si nada, como cuando visitas a esa vecina pesada por cortesía, no vaya a ser que se olvide de que existes (qué lástima!) y no te vuelva a llamar más a la puerta. El sol del norte es también un poco cobarde, porque nunca se atreve a aparecer del todo. Lo ves un poco a través de los cristales (una sonrisa enorme aparece entonces en tus labios mojados del baho de la espera en la ventana) y te decides (al fin!) por esos pantalones cortos un poco rotos, esas sandalias viejas que siempre recuperarás del cubo de la basura cuando tu madre las da por perdidas, esas gafas de las que quieres deshacerte desde hace años (en realidad son del verano pasado, pero una siempre se siente mejor pensando que son de hace décadas, no vaya a ser que caiga en la tentación de unas nuevas: así el golpe será más leve), esa camisa azul que tanto te gusta... Y esa piel blanca, casi transparente, que por fin estrenarás...

M*

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